Los errores y las malas prácticas en el uso del refrigerador abundan. Y no importa si se trata de un modelo convencional —que ya casi no quedan en el mercado— o uno tipo no frost: estas afectan por igual. Y ya es momento de erradicarlas. Aquí dejamos las nueve más comunes.
Los problemas comienzan en el origen de la compra, cuando uno se hace de un refrigerador desproporcionado a sus necesidades: demasiado grande y con un consumo energético mucho mayor al que podría necesitar una pareja, o demasiado pequeño para un familión de cuatro, cinco o más personas (esto último redunda en un problema que veremos más adelante).
Tras el tema de la instalación viene, inmediatamente, el segundo error: no preocuparse de graduar el termostato con el que trabajará el refrigerador, lo que además debería fijarse según lo que se señale en el manual de instrucciones (porque este error lo damos por descontado: nadie lee los manuales de instrucciones).
Si bien cada fabricante puede hacer una recomendación específica según el modelo de refrigerador, existe un estándar. “La temperatura ideal debe oscilar entre 2 y 5°C para el refrigerador y entre -16 y -18°C para el congelador.
Sin embargo, la graduación de la temperatura también depende de diversos factores, como la temperatura ambiente del espacio en el cual esté instalado el refrigerador, el nivel de exposición al sol, a la humedad o al viento. Por eso, la recomendación es leer el manual de instrucciones y así conocer de qué manera configurar apropiadamente el electrodoméstico en relación a los factores externos.
No es que haya que ponerse estrategas, sino simplemente seguir las instrucciones del fabricante. Los refrigeradores cuentan con diversos niveles, divididos por cada bandeja de su interior, cada uno pensado para distintos tipos de alimentos. Y esto tiene que ver con que cada uno de esos espacios alcanza niveles más o menos fríos que otros.
La mala distribución de los alimentos puede, también, impactar negativamente desde otras aristas, como tapar los ductos a través de los cuales circula el aire frío. Esto ocurre, sobre todo, cuando hay mucha aglomeración de productos al interior del refrigerador, lo que además le demanda mayor gasto energético al electrodoméstico para conseguir la temperatura programada.
Si además el aire frío no puede circular entre los alimentos, el riesgo es que estos se echen a perder. “Esto afecta directamente en la calidad de los alimentos y el tiempo en que puedan preservarse”, dice Maitland.
Congelar los alimentos debería ser una empresa fácil. Sin embargo, por más sencilla que parezca la tarea, esta tiene sus precauciones. Si los alimentos no se congelan en un recipiente hermético, el aire ultra frío que circula al interior del artefacto puede —y seguramente, lo hará— dañar su calidad. Esto ocurre, según explica Castro, porque el oxígeno tiene efectos adversos sobre los alimentos: “Oxida la grasa y permite que algunos tipos de bacterias se puedan desarrollar”.